“Conservar un árbol es mantener viva la memoria del lugar; es proteger las voces, los silencios y las historias que han crecido a su sombra”. Sobre esta convicción se ha elaborado el inventario preliminar de árboles singulares de Lanzarote, un trabajo de investigación sobre los ejemplares más significativos, por sus valores tanto naturales como culturales.
Se trata de un primer acercamiento al patrimonio vegetal de la isla gestado durante el 2024, año en el que la fotosíntesis fue brújula del esfuerzo divulgativo de la Reserva de la Biosfera.
El proceso de trabajo es una historia de ida y vuelta. Según explica el director del proyecto, el biólogo Rafael Paredes, la habitual recogida de documentación, las salidas de campo y las entrevistas personales se vieron sacudidas por la propuesta alternativa de las colaboradoras, la geógrafa Famara Guadalupe y la oceanógrafa Gara Goñi, de invertir las etapas “para favorecer la conservación desde la identidad y la memoria”.
Las conversaciones con hasta 28 personas, como Inés Caraballo Medina —cuya familia es dueña de la higuera de Tremesana, uno de los cien árboles singulares de La Macaronesia, con más de 150 años y localizada en el Parque Nacional de Timanfaya—, vertebran la investigación y refuerzan la presencia transversal de la identidad. El resultado es un trabajo en el que las cuestiones más científicas o técnicas han perdido relevancia frente a aspectos culturales y de arraigo popular, al ser considerados los árboles como patrimonio vegetal comunitario.
Una perspectiva que no resta un ápice de rigor al inventario, que contiene información detallada sobre las especies, el porte, el estado de conservación y el entorno de 86 ejemplares singulares, 78 conjuntos y dos rodales silvestres.