4. La situación actual: luces y sombras de un sistema insular transformado por la rápida expansión del turismo

 

El panorama actual de Lanzarote ofrece un contraste de claros y oscuros producidos por la rápida expansión del turismo en la Isla.

Por una parte, y gracias a la influencia del grupo liderado por César Manrique, Lanzarote ha conseguido paliar en gran medida las dramáticas tensiones urbanizadoras que han asolado el litoral español y surge hoy como uno de los lugares mejor valorados dentro y fuera del país. Además, su éxito como destino turístico ha contribuido decisivamente a mejorar las condiciones materiales de vida en la Isla y a superar una época marcada por la dureza existencial y la obligada emigración de una parte importante de sus habitantes.

Sin embargo, también es cierto que la propia dimensión y rapidez del crecimiento turístico —se ha pasado de unos cuatrocientos cincuenta mil visitantes anuales a más de un millón y medio, en diez años— ha inducido un fuerte crecimiento de la población residente y ha producido importantes impactos tanto en el ecosistema y en el paisaje insular, como en los valores culturales y convivenciales de la sociedad isleña.

En el gráfico adjunto se muestra una primera valoración sobre el estado actual de las áreas temáticas y campos de referencia que conforman el sistema insular de Lanzarote.

 

Principales datos de población del último período

 

La fuerte expansión de la población

El fuerte crecimiento de la población impulsado por el turismo en Lanzarote, el más importante de Canarias, está desbordando todas las expectativas y constituye una autentica conmoción, en todos los sentidos, para una Isla que históricamente ha visto su población contenida por los escasos recursos disponibles.

Los datos del período 1986-1997 son impresionantes y permiten calificar la evolución de la población como muy potente, muy rápida y muy concentrada en el entorno de Arrecife, en la parte central de la costa sur de la Isla. En tan corto período de tiempo y en un territorio tan limitado y frágil, la población residente ha aumentado en 22.000 personas, incluidos unos 10.000 inmigrantes; los turistas que diariamente se pasean por la Isla se han más que duplicado; y la población flotante, la suma de ambos colectivos, ha crecido en unas 47.000 personas, un 62% con relación a 1986.

Los indicadores básicos de la Isla reflejan las transformaciones en curso y la potencialidad de sus contradicciones: el ritmo de crecimiento de la población flotante alcanza una media de unas 4.300 nuevas personas/año, de las cuales 2.300 son turistas; la densidad territorial llega a los 143 hab/km2; y el equilibrio poblacional se establece en 0.56 tur/res (turistas presentes por cada residente), el triple de la media en Canarias.

El Sistema Insular de Lanzarote: los claroscuros de la SITUACIÓN ACTUAL (1997)
Nivel de valoración de la situación de áreas y campos del Sistema Insular


La crisis de la identidad cultural

En poco tiempo, Lanzarote ha visto cómo su base productiva y su entorno tradicional se venían abajo; el campo cultivado se ha reducido preocupantemente en los últimos diez años. La vieja sociedad está siendo rápidamente sustituida por otra nueva, moderna, fuertemente terciarizada, con potentes fuentes de riqueza y abierta a las nuevas influencias multiculturales importadas por las oleadas de turistas y los nuevos inmigrantes.

El choque cultural ha sido enorme y demasiado rápido. Hay sensación de vértigo y la velocidad de los cambios está mermando la capacidad colectiva para orientar, sobre nuevas bases, un desarrollo de la Isla que merezca la confianza de la población. Junto al indiscutible aumento del nivel de vida individual y colectivo, se han ido disolviendo las señas de una identidad cultural tradicional que, con excepciones tan significativas como la de César Manrique, tiene dificultad para conectar lo más trascendente de la tradición con los retos de los nuevos tiempos. Hoy cunde la perplejidad ante los acelerados cambios y en la Isla domina la incertidumbre ante el futuro.

A la vez, las profundas transformaciones a las que ha sido sometido el territorio insular han causado la paulatina destrucción o el abandono del patrimonio cultural que cuenta hoy con 25 Bienes de Interés Cultural, 70 más en tramitación y una extraordinaria red de centros de arte, cultura y turismo, que han ido perdiendo su auténtico sentido artístico, cultural y educativo.

Las nuevas oportunidades y los riesgos de desvertebración social

Hoy en Lanzarote hay más oportunidades, renta, empleo y mejor nivel de vida que hace sólo diez años; la opinión de la población es determinante en esa consideración, tal y como manifiestan las encuestas. Los ingresos personales se han multiplicado por cuatro; las tasas de ocupación y paro evolucionan positivamente y mejoran la media nacional y la de Canarias; además, los niveles formativos mejoran el promedio del archipiélago. Hoy, más de 1200 jóvenes de Lanzarote se forman en las universidades canarias, elevando a 15 el número de universitarios isleños por cada 1.000 habitantes.

Sin embargo, junto a las nuevas oportunidades, también han surgido problemas y contradicciones que preocupan a la población. Ha aumentado la renta per capita, pero también el precio de muchos productos, incluidos los básicos, como la vivienda. El mercado de trabajo crece, pero también se polariza y precariza, y muchos de los 1.400 jóvenes conejeros que llegan cada año a la edad laboral, renuncian a ocuparse en la principal actividad insular, el turismo, en parte por preferir otras actividades, pero también ante las condiciones laborales ofrecidas por un sector del empresariado que busca maximizar sus beneficios incorporando mano de obra inmigrante, poco cualificada, pero mejor dispuesta a aceptar condiciones laborales por debajo del convenio (el 75% de los jóvenes isleños trabajan como eventuales).

También se han detectado toda una serie de procesos de desvertebración hasta la fecha desconocidos. La emergencia y extensión de la toxicomanía —221 nuevos casos admitidos en 1996, un 35% más alto que en Gran Canaria— es relativamente reciente en el panorama social lanzaroteño. Pero aún lo es más el rápido aumento de fenómenos de precariedad social, de marginalidad, mendicidad y de inseguridad ciudadana, concentrados espacialmente en Arrecife, pero con presencia en buena parte de los núcleos turísticos más importantes de la Isla.

Todo ello está generando un clima de fuerte preocupación e incertidumbre ante el futuro; una situación que refleja el desconcierto ante el ritmo de cambio y que genera un cierto distanciamiento hacia la clase dirigente de la Isla. Se refuerza así la introspección social, la desconfianza de los jóvenes hacia la sociedad y las posturas defensivas frente a “los de fuera”, los foráneos, a los que muchas veces se tiende a imputar problemas que se gestan en la propia sociedad isleña, o que se derivan de las fuertes desigualdades existentes en los países del entorno.

Una economía potente, poco diversificada y supeditada a la permanente expansión del alojamiento turístico

Lanzarote cuenta en la actualidad con una capacidad de producir riqueza evaluada en 1996 en 159.000 millones de pesetas (VAB), equivalentes a más de 2 millones de pesetas por habitante, cifra superior en un 8% al promedio del país. Sin embargo se trata de un sistema productivo extraordinariamente dependiente del turismo —el 70% de su capacidad productiva procede de este sector— que, a su vez, esta excesivamente polarizado hacia la oferta alojativa y dentro del segmento tradicional de sol y playa.

La clientela turística se caracteriza por una notable afluencia (estancia media de unos 10 días y ocupación superior al 80%), un perfil de cierta calidad y un nivel de gasto relativamente elevado (unas 9.000 pts./persona/día repercutidas en la Isla por alojamiento, restauración y actividades) y una altísima movilidad por el interior de la Isla (el 82% de los turistas se desplaza para disfrutar del paisaje insular). Sin embargo también se empiezan a manifestar tres carencias de entidad: la percepción de masificación —el caso de los Centros de Arte, Cultura y Turismo del Cabildo es sintomático—, la falta de oferta de actividades complementarias y la escasa y, a veces, distorsionada divulgación sobre los valores y singularidades de la Isla.

El declive de los sectores tradicionales y la falta de innovación e integración del conjunto de la economía insular está dificultando el surgimiento de dinámicas de diversificación con efectos preocupantes a medio y largo plazo: profundización en unas dinámicas de expansión del alojamiento y de la afluencia de visitantes que tienden a incrementar la presión sobre un territorio limitado y frágil; la debilidad y el retraso de los sistemas de gestión y planificación sostenible en la Isla y el abandono del aprendizaje en la innovación en nuevas áreas de actividad (agua, energías renovables, hábitat bioclimático, residuos, logística…); la falta de adecuación del sistema formativo-educativo y el declive de la investigación y la capacidad emprendedora de los jóvenes…

Todo ello está repercutiendo, además, en el deterioro de la centralidad económica de Arrecife y en el incremento de contradicciones de unas haciendas públicas locales que, en muchos casos, basan su recaudación en la expansión inmobiliaria del sector turístico, agudizando así la presión sobre la Isla.

La transformación urbanística de la Isla y el declive de Arrecife como centro capitalino

La rápida irrupción del turismo en la Isla ha tenido, desde el punto de vista urbanístico, una serie de consecuencias de entidad: ha multiplicado el espacio ocupado y la presión humana sobre el territorio, ha inducido procesos muy diferentes en las diversas zonas y, muy especialmente, ha contribuido a devaluar Arrecife como capital cultural, económica y residencial insular.

Efectivamente, el rápido crecimiento de la afluencia turística y el desarrollo de nuevas urbanizaciones en la costa han propiciado que en poco más de un decenio, el suelo insular ocupado aumente hasta el 5% y la densidad territorial se haya incrementado más de un 60%. Y ello a pesar de que el Plan Insular de Ordenación Territorial desclasificaba en 1991 más de 200.000 plazas turísticas en el conjunto de la Isla.

Afortunadamente, la mayor parte de los frágiles espacios y núcleos agrarios del interior de la Isla se preservan con buen nivel y las principales urbanizaciones turísticas se han desarrollado en las zonas costeras del sur y este de la Isla, con fuertes inversiones y una calidad urbanística y del parque edificado más que aceptables.

Sin embargo, donde los impactos del desarrollo turístico se han manifestado con especial dureza ha sido en Arrecife y su entorno, que ha ido creciendo caótica y desordenadamente, perdiendo importancia como capital institucional y cultural, como centro económico y comercial, y como lugar de prestigio residencial. Y lógicamente, la articulación de los procesos descritos y las comparaciones con las calidades urbanas y de vida con otros núcleos de la Isla, han acabado por transmitir un sentimiento de frustración, pesimismo y sentido de trato discriminatorio en unos ciudadanos que siguen representando al 90 % de la población isleña.

Los impactos sobre un ecosistema y un paisaje extraordinarios, pero insatisfactoriamente gestionados

El origen volcánico, la situación geográfica y la antigüedad de la Isla hacen de Lanzarote un espacio de singular valor ecológico, de significativa biodiversidad y de un extraordinario atractivo paisajístico.

La accidentada historia geológica de la Isla ha contribuido a enriquecer la diversidad de los ecosistemas y los paisajes insulares y en un territorio que apenas supera los 800 km2 se encuentran macizos montañosos, llanos pedregosos y arenosos, estructuras y formaciones volcánicas, islotes y acantilados, playas y bajíos costeros..., extraordinariamente articulados entre sí y entremezclados con la huella humana a lo largo de la historia.

Con su Parque Nacional, 13 espacios protegidos y otros ámbitos de gran valor natural (ZEPAS...), la biodiversidad de la Isla es especialmente valiosa por su alto nivel de endemismos. Y si el número de especies vertebradas no introducidas por el hombre es escaso (1 mamífero, 1 anfibio y 38 especies de aves), la flora vascular cuenta sin embargo con unas 560 especies de las 2.200 existentes en Canarias.

Lanzarote: Situación de los Espacios Naturales Protegidos


Con todo, esa riqueza biológica y paisajística, uno de los más valiosos recursos de la sociedad conejera, no goza de la valoración social ni de la atención que merecería; apenas se es consciente de su extrema fragilidad.

Primero fue la fiebre devoradora del proceso urbanizador la que arrasó espacios esenciales del interior y del litoral insular. Después, más recientemente, el desbordamiento de un turismo de altísima movilidad y escasa sensibilidad ambiental, y el propio comportamiento poco respetuoso de la sociedad conejera, han inducido una fuerte degradación ecológica y paisajística en la Isla que es imprescindible rectificar.

La falta de preocupación sobre los sectores ambientales clave

La sociedad lanzaroteña mantiene una alta conciencia estética y paisajística, pero la modernidad y la mejora del nivel de vida parecen haber diluido sus sensibilidades sobre ciertos temas que, como el consumo de agua, energía, transportes y los residuos, tienen un profundo contenido ambiental y relacionan aspectos clave de la sostenibilidad insular con los principales focos de contaminación a escala mundial. La excepción proviene de la mano de la Asociación Hotelera de Lanzarote (ASOLAN) que, comprendiendo que el turismo de cierta calidad será cada día más exigente con relación a las cuestiones ecológicas, acaba de iniciar la implantación de una etiqueta de calidad turística —BioHotel— contemplando medidas de ahorro y gestión ambiental en dichos campos.

En la actualidad, Lanzarote vive como si el agua hubiera dejado de ser un problema. La sensación de que todo el caudal que pudiera requerirse se puede obtener por vía de una desalación marina ilimitada (hoy se producen 10 Hectómetros cúbicos anuales) hace olvidar que este sistema es fuertemente consumidor de energía, una de las fuentes de contaminación atmosférica que serán más penalizadas en los próximos tiempos. Tras olvidar los hábitos tradicionales de ahorro del agua, relegados los objetivos de reciclado y reutilización de este recurso, la población lanzaroteña y los turistas han alcanzado actualmente niveles de consumo individuales de cierta entidad (138 litros/día y 230 litros/día respectivamente), con un crecimiento medio anual del 3% en la última década.

El consumo de energía (55.000 TEP en 1996) sigue las pautas comentadas para el agua. Lo más destacable de la evolución energética insular, los parque eólicos de Los Valles y Montaña Mina, parecen haber agotado la preocupación por renovar las fuentes energéticas. Mientras tanto y aunque el consumo actual de energía eléctrica (7,7 kilowatio-hora/día por residente y 11,5 kwh/día por turista) se mantiene todavía por debajo de las medias españolas y europeas, resulta muy preocupante su ritmo de crecimiento: el 66% entre 1986 y 1995. En consecuencia, la emisión de CO2 producida por el sistema energético de la Isla, alcanza 441.000 Ton/año (3,6 Ton/res+tur/año) con tendencia a crecer, por lo que sorprende la falta de iniciativa institucional para impulsar las políticas de ahorro, el fomento de hábitats bioclimáticos, o la extensión de energías alternativas, especialmente las solares.

La generación de residuos sólidos urbanos y similares (55.000 Ton/año) ofrecen un indicador de cierta entidad —1,25 kg/ res+tur/día— , sobre todo si se tiene en consideración que dicha cifra incluye residentes y turistas. Lo preocupante, como en los casos anteriores, es que el crecimiento de los últimos cinco años se dispare en un 35 %; que la recogida selectiva y niveles de aprovechamiento se sitúen solamente en torno al 3.6 % y 2.9 % respectivamente; y que en definitiva, se constate la falta de conciencia sobre la necesidad de afrontar soluciones avanzadas y sostenibles en un tema tan esencial y emblemático para Lanzarote.

Los datos relativos a la evolución del transporte interno de la Isla siguen la tónica marcada, expresando dos conceptos clave: la “sobremotorización de la isla” y la falta de cualquier atisbo de planificación de la movilidad insular. Existen 800 vehículos por cada 1.000 habitantes, superando la media de la mayor parte de la los países europeos; el tráfico global alcanza los 685 millones de vehículos/km. anuales, dato desproporcionado para un territorio extraordinariamente vulnerable a los impactos inducidos por la movilidad; los turistas realizan una media de 49 kms. diarios, doblando las estimaciones disponibles en otros destinos turísticos del Mediterráneo; el parque automovilístico entre 1988 y 1996 ha crecido un 65%; y el transporte público sólo alcanza al 26% de los desplazamientos. Como resultado de todo ello, la energía consumida asciende a 60.400 TEP/año, produciendo 192.000 Ton/año de CO2 (1,50 Ton/res+tur/año), el principal causante del paulatino calentamiento del planeta.

En relación con el impacto ambiental producido por el transporte de acceso y salida de la Isla, los más de 9.000 millones de viajeros/km./año en los que se estima este tipo de movilidad en el caso de Lanzarote, generan 1.230.000 Ton/año de CO2, multiplicando por 6.5 el volumen de dicho gas generado en el interior de la Isla.

Un balance sobre los diez últimos años: la necesidad de una reconsideración a fondo del proceso

No es deseable mantener el tipo de desarrollo del último decenio porque los costes serían desproporcionados. La capacidad de carga del sistema insular, en sus planos humanos, económicos y ecológicos, parecen estar cercanos a la saturación; los desbordantes ritmos de la expansión turística han sobrepasado todas las capacidades de asimilación; y las condiciones y desequilibrios inherentes al sistema productivo no son mantenibles hacia el futuro.

Todo ello pone en evidencia que la sociedad isleña, con sus instituciones a la cabeza, tiene ante sí un doble reto: diseñar un próximo futuro positivo y diferente al de estos años, pero también revolucionar su capacidad de incidir en la realidad y de adelantarse a los acontecimientos; porque las medidas de contención, con ser imprescindibles, no parecen suficientes y un enorme esfuerzo de innovación, modernización y eficiencia son fundamentales para afrontar ese nuevo futuro.